08 noviembre 2003

Excursión a Chartres

Sábado 8 de noviembre de 2003

Salimos de París en torno a las 11 de la mañana por la misma carretera por la que llegamos de España, hace poco más de una semana, tomando después la dirección de Le Mans.
El otoño seguía percibiéndose en los colores del paisaje: entre pinceladas de verde intenso de las coníferas, seguía predominando toda la gama de dorados y ocres de los árboles de hoja caduca, pero ya los tonos eran más pardos y algunos árboles se habían despojado ya por completo de estos ornamentos y lucían desnudos sus ramas, presagiando ya la proximidad del invierno.
En la orilla de la carretera algunos arbustos y zarzas ponían un toque exuberante al paisaje, luciendo tonos rosados, rojizos y púrpuras.
Una bruma, ligerísima y transparente como un tul, cubría los campos, los bosques y las pequeñas poblaciones del camino.
Al fin, Chartres: las agujas de las torres de su magnífica catedral nos lo anunciaba a lo lejos. Al acercarnos era toda la inmensa y majestuosa mole de la catedral, bajo su tejado verdoso la que nos daba la bienvenida.
Chartres está atravesada por el Eure que, abriéndose en dos a su paso por la ciudad, convierte a parte de esta en una isla. Esta parte de Chartres ofrece románticos rincones de reminiscencias venecianas.
Los castaños, los sauces y los olmos inclinan sus ramas sobre la superficie de un río que apenas parece moverse, como si el peso de las hojas secas o el del propio reflejo de la ciudad hubiera hecho más densas sus aguas.
Nuestro amigo Tiziano vive en una casa del siglo XVII. No es una casa lujosa sino más bien una humilde construcción, muy bien conservada y decorada con sencillez y buen gusto por su florentino propietario. Esta casa está situada junto al río y desde el piso más alto, donde Tiziano ha instalado su estudio, se puede contemplar una hermosa estampa de los tejados de Chartres, con sus iglesias góticas (St. Pierre, St. Aignan) y sobre todo el verde cobre de los tejados de la catedral y las agujas de sus torres que parecen flechas disparadas hacia el cielo.
Por la tarde dimos un paseo por esta romántica ciudad, visitamos la catedral y volvimos a casa de Tiziano de quien nos despedimos después de tomar un té calentito.
Eran las 6 de la tarde pero ya era noche cerrada. Una increíble luna llena nos guió por el camino. Era una noche muy fría pero muy hermosa.

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