25 noviembre 2003

Monte de martirio

Martes 25 de noviembre de 2003

Ayer lunes pasamos la mañana trabajando. El sol no quería salir. Los días se suceden con este cielo gris y este ambiente frío.
Teníamos cita para cenar en casa de los Zawisza en pleno corazón de Montmartre. Salimos pronto de casa para aprovechar el viaje hasta Montmartre y dar un paseo antes de la cena.
Montmartre es uno de mis barrios favoritos de París pues conserva aún, de algún modo, el espíritu del pueblo que fue hasta hace no mucho tiempo. En realidad, Montmartre forma parte de la ciudad de París sólo desde la segunda mitad del siglo XIX. Era un pueblo de viñedos y molinos, esparcidos por la colina de Montmartre (el "monte de los mártires", llamado así por los cristianos que fueron sacrificados aquí creo que en torno al siglo 3).
Nos acercamos a este "monte de martirio" en metro. Nos bajamos en la estación de Pigalle, plaza cuyo nombre evoca tiempos de bohemia, de músicos, de postguerra y liberación. Montmartre nos recibía con un cielo encapotado cubriendo la bulliciosa actividad de sus calles más populares. Algunos edificios conservan en sus fachadas marcas de un antiguo esplendor, sobre las que ahora lucen carteles luminosos de muy distinto signo.
Llegamos así a los pies de la colina donde se alza impresionante la basílica del Sacré Coeur, a sus pies hay un pequeño parque del que mi hija no quería salir y un carrusel veneciano del siglo XVIII, que tampoco se cansaba de contemplar (no quería subirse en los caballitos pero tampoco separarse del lugar). Este carrusel a los pies de la basílica me parece uno de los lugares que encierra mejor el espíritu de París, no sé explicar muy bien por qué: es un tiovivo decorado con pinturas evocadoras de una Venecia decadente, pero al mismo tiempo es brillante y alegre; su música y las risas infantiles le acompañan a uno en la ascensión a la basílica. Creo que si algún día quitaran de ahí ese tiovivo, el Sacré Coeur no sería lo mismo, y quizá esto sea una herejía, no lo sé.
Sobre la basílica del Sagrado Corazón creo que hay poco que decir, su imagen es universal y marca de una manera fundamental el barrio donde se alza, pero es curioso pensar que no es una basílica demasiado antigua. Fue construida a principios del siglo XX, un poco después de la Torre Eiffel. Pero son estampas tan ligadas a la propia imagen de la ciudad que uno no puede concebir cómo sería París antes de que el ingenio humano las creara.
Al lado de la gran basílica está la iglesia de San Pedro que estaba allí 9 siglos antes que el Sacré Coeur, pero que hoy está ensombrecida por la mole de su vecina. A mí me gusta mucho esta iglesia. Es una iglesia casi sin decoración: sólo un cristo tallado en madera y una imagen de San Pedro en Piedra. No tiene más altar que un bloque de piedra. Pero esta iglesia me invita a un recogimiento al que nunca me invita la grandeza del Sacré Coeur.
Al salir de la iglesia de San Pedro nos encontramos con la luz, el color y la alegría de la plaza del Tertre, la plaza de los pintores. Ahora no hay más pintores que los que intentan ganarse el sueldo a base de caricaturizar turistas, pero conserva su aire bohemio. La noche era muy fría pero en esta plaza el frío pasa un poco más desapercibido. Los toldos rojos de los cafés circundantes, la alegría de los pintores y el color de los escaparates, dan una calidez especial al ambiente. No lejos de allí hay un piano-bar de apariencia vulgar pero que es el lugar donde hizo sus primeros pinitos en París uno de mis cantantes favoritos: Jacques Brel, el belga que cantaba aquello de "Ne me quitte pas".
Desde aquí ya bajamos hacia la casa de nuestros amigos, pasamos por el último molino de Montmartre y por el último viñedo, el cabaret el Lapin Agile, lugar de encuentro de artistas e intelectuales en su época, junto al que está el edificio donde viven los Zawisza.

24 noviembre 2003

Domingo en los Campos Elíseos

Lunes 24 de noviembre de 2003

Ayer domingo, día 23, estuvimos comiendo en casa de Ysabel de Andía una señora de origen español pero parisina de nacimiento que vive en una de las zonas más "chic" de París : cerca de Champs Elysées y del Arco del Triunfo. Ysabel que pasa su tiempo estudiando la filosofía neoplatónica y los textos de los Padres de la Iglesia, tiene otra afición notoria que es la de pintar iconos ortodoxos.
Cuando salimos de su casa, aprovechamos para dar un pequeño paseo por la zona. Eran las 5'30 y ya empezaba a caer la tarde. Beatriz dormía en su sillita. Fuimos hasta el Arco del triunfo. A lo lejos este Arco parece una pequeña construcción, pero cuando uno se acerca se encuentra con un edificio imponente que dispone de un mirador, desde donde un buen puñado de turistas disfrutaba el domingo de una vista privilegiada del anochecer parisino. La noche se impuso, las farolas y los letreros de los comercios, iluminaron la avenida de los Campos Elíseos. Es una zona de gran actividad. Abundan mucho los cines, especialmente las salas donde se exhiben las novedades de Hollywood (para un cine más de "autor" hay que ir a la zona del Barrio Latino y de Saint-Michel). Es curioso que, paseando por una avenida como esa, cuando hablaba con mi marido o miraba a los transeúntes o a los escaparates de los comercios tenía la sensación de estar en cualquier pequeña avenida de cualquier pequeña capital, pero de repente levanté la vista y contemplé la anchísima avenida, la iluminación que hizo de París la "Ville lumiére", los elegantes edificios, y tomé conciencia de dónde estaba.

22 noviembre 2003

Cartas Parisinas 5: llegó el Beaujolais!

Villejuif, 22 de noviembre de 2003

Hoy hace un día extraño. Está cubierto, pero parece que el sol por momentos gana la batalla contra las nubes y se deja ver un ratito. Después las nubes le disparan un par de relámpagos y consiguen que se retire de nuevo. El sol contraataca y se deja ver... y así toda la mañana. Veremos en qué termina esta batalla.
El caso es que parece que el invierno se está colando sin que apenas se dé uno cuenta, y dentro de nada está campando por sus fueros, sin que podamos hacer nada para evitarlo.
Es curioso ver en los parques y jardines parisinos un cartel que dice algo así como: "recuerden que este cesped se encuentra en reposo invernal" lo que se comunica no sólo para que el usuario comprenda su estado de aparente abandono sino también para que nadie lo pise, pues en este estado de reposo invernal el cesped parece ser más frágil. No recuerdo haber visto ese tipo de carteles en los jardines españoles, pero me parece muy gracioso. Es una tontería pero cada vez que veo el cartel, casi me dan ganas de bajar la voz, para no molestar al pobre cesped que está disfrutando de un merecido reposo invernal.
Otro cartel que me llama la atención estos días es uno que se puede ver pintado en los escaparates y puertas de muchos bares, y dice así: "ya está aquí el Beaujolais!" "por fin ha llegado el Beaujolais" "hace un año que lo esperábamos, pero ya llegó el Beaujolais".
No sé si sabréis qué es el Beaujolais. Se trata de un vino con denominación de origen de Beaujeu. Hay, según creo, varios tipos de Beaujolais. Pero este Beaujolais que con tanta algarabía anuncian los bares parisinos es el Beaujolais nouveau (que creo que en términos vinícolas se traduciría como el Beaujolais joven). Es el primer vino que sale después de la vendimia. Cuando este vino joven está listo, en su región de origen, pero también en el resto de Francia, hay muchas fiestas, sobre todo en bares y restaurantes, para celebrar que ya se puede beber el Beaujolais de la última vendimia. Las fiestas se suelen celebrar por la noche, en teoría el primer día debe esperarse hasta medianoche para abrir la primera botella (pero ya conocéis a los franceses y para ellos la medianoche a veces es nuestra media tarde) y a veces implica que puedas beber el Beaujolais que quieras gratis o a un precio económico.

Villejuif

En esta estancia nos alojamos y trabajamos, como ya es costumbre, en el campus de Villejuif, en el recinto del complejo hospitalario Paul Brousse (al que corresponde la imagen de la izquierda). La unidad de investigación en la que se inserta el equipo en el que trabajamos, ocupa un edificio que antes estaba ocupado por un importante centro de investigación contra el cáncer fundado hace más de 70 años. Este centro fue trasladado a unas nuevas instalaciones y dejaron este edificio a los "hermanos pobres de la investigación": los grupos de humanidades (filosofía, religión, filología, historia, etc.).

Villejuif es una población del sur de París, a 1’5 Km. de la capital. Este kilómetro y medio que la separa de la gran urbe, en realidad no la separa sino que la une, ya que está ocupado por una gran avenida, la Avenue d'Italie, flanqueada por viviendas, zonas comerciales e industriales y por el principio de una carretera nacional que no es más que prolongación de la avenida. De modo que no sabe uno que ha salido de París y ha llegado a Villejuif más que por esos benditos indicadores de tráfico que nos informan de ello.
Esta es una población bastante humilde, habitada sobre todo por la llamada "clase obrera". Es un sitio muy agradable para vivir. Las viviendas más tradicionales son pequeñas casas de muros de piedra, con un pequeño jardín delantero; pero también abundan las nuevas edificaciones, mucho menos agradables, y que son iguales a las de cualquier barrio obrero de cualquier rincón del mundo.
La vocación "obrera" de este pueblo puede observarse en el nombre de sus calles, sus plazas, sus parques, etc.: por ejemplo la avenida principal es la Avenida Gorki, el parque más céntrico es el Parc Pablo Neruda, el instituto más antiguo es el Collége Karl Marx que existe con este mismo nombre (!) desde hace 80 años.
A pesar de ser una población no muy grande cuenta con muchos servicios y organiza múltiples actividades culturales a lo largo de todo el año. Dispone de un teatro estupendo y de numerosos parques.
Normalmente llevamos a nuestra hija al parque Pablo Neruda. Es un parque delicioso, no muy grande, con áreas de juego muy bien equipadas y una variada y abundante vegetación. Abundan los castaños de indias, los plátanos, los grandes tilos, algún que otro sauce, y algunas flores de temporada. En medio del parque hay un quiosco de música, donde en la temporada más cálida actúa con frecuencia la banda municipal. Al norte el parque se cierra con la fachada trasera del ayuntamiento. Un edificio de elegante arquitectura, con tejas lisas de pizarra y grandes ventanales blancos.
Como he dicho antes, esta es una población eminentemente obrera, receptora de abundante población inmigrante, y eso se ve también en el parque.
Un día había, jugando en la arena, dos niños de raza negra, uno de origen magrebí, dos orientales y una niña rubita y rosada que parecía proceder de algún país del este de Europa. A ellos se les sumó nuestra española Beatriz.
Evidentemente la comunicación verbal era nula, pero ni falta que hacía. A veces se miraban tímidamente, se sonreían y seguían jugando los unos junto a los otros sin necesidad de palabras.
Nos gusta muchísimo que Beatriz juegue en este parque, porque creo que los niños que se críen jugando en parques como este, no podrán ser racistas, ni xenófobos, ni nada por el estilo. Y la imagen de verlos a todos, ahí en el arenario del parque, poniéndose hasta los pelos de arena, haciendo juntos, con sus menudas manitas, montañas y castillos imaginarios, le llena a una de esperanza. Algún día quizá levanten con sus manos de adultos montañas y castillos de convivencia en paz, de igualdad y de respeto a la diferencia. Y quizá en eso también tenemos algo que hacer las madres y padres que contemplábamos la escena con satisfacción y nos sonreíamos también entre nosotros, con la silenciosa complicidad de compartir un sentimiento, sin necesidad de mediar palabra.

09 noviembre 2003

Domingo lluvioso

Pasamos la mañana en Villejuif. Lloviznaba y el día era casi por completo invernal. Después de comer fuimos a casa de Maria y Wilfried en el 19 Arrondisement, donde se encuentra mi jardín favorito en París: el parque de Buttes Chaumont. Merendamos té con tartas de chocolate y de frutas, pasamos un rato muy agradable y volvimos a casa después de la 8, cuando Beatriz ya estaba agotada y un poco nerviosa.

08 noviembre 2003

Excursión a Chartres

Sábado 8 de noviembre de 2003

Salimos de París en torno a las 11 de la mañana por la misma carretera por la que llegamos de España, hace poco más de una semana, tomando después la dirección de Le Mans.
El otoño seguía percibiéndose en los colores del paisaje: entre pinceladas de verde intenso de las coníferas, seguía predominando toda la gama de dorados y ocres de los árboles de hoja caduca, pero ya los tonos eran más pardos y algunos árboles se habían despojado ya por completo de estos ornamentos y lucían desnudos sus ramas, presagiando ya la proximidad del invierno.
En la orilla de la carretera algunos arbustos y zarzas ponían un toque exuberante al paisaje, luciendo tonos rosados, rojizos y púrpuras.
Una bruma, ligerísima y transparente como un tul, cubría los campos, los bosques y las pequeñas poblaciones del camino.
Al fin, Chartres: las agujas de las torres de su magnífica catedral nos lo anunciaba a lo lejos. Al acercarnos era toda la inmensa y majestuosa mole de la catedral, bajo su tejado verdoso la que nos daba la bienvenida.
Chartres está atravesada por el Eure que, abriéndose en dos a su paso por la ciudad, convierte a parte de esta en una isla. Esta parte de Chartres ofrece románticos rincones de reminiscencias venecianas.
Los castaños, los sauces y los olmos inclinan sus ramas sobre la superficie de un río que apenas parece moverse, como si el peso de las hojas secas o el del propio reflejo de la ciudad hubiera hecho más densas sus aguas.
Nuestro amigo Tiziano vive en una casa del siglo XVII. No es una casa lujosa sino más bien una humilde construcción, muy bien conservada y decorada con sencillez y buen gusto por su florentino propietario. Esta casa está situada junto al río y desde el piso más alto, donde Tiziano ha instalado su estudio, se puede contemplar una hermosa estampa de los tejados de Chartres, con sus iglesias góticas (St. Pierre, St. Aignan) y sobre todo el verde cobre de los tejados de la catedral y las agujas de sus torres que parecen flechas disparadas hacia el cielo.
Por la tarde dimos un paseo por esta romántica ciudad, visitamos la catedral y volvimos a casa de Tiziano de quien nos despedimos después de tomar un té calentito.
Eran las 6 de la tarde pero ya era noche cerrada. Una increíble luna llena nos guió por el camino. Era una noche muy fría pero muy hermosa.