18 mayo 2006

Excursión a Formentera

El día 8 de abril de 2006 emprendimos un viaje relámpago e improvisado a Formentera. El principal motivo de la escapada era conocer a nuestra sobrina recién nacida y residente en aquella isla y de paso disfrutar de un par de días de vacaciones.
Iban a ser muchos kilómetros y muchas horas de viaje pero encarábamos la excursión pensando que el camino y no el destino era las autenticas vacaciones.
Salimos desde Granada en coche con destino a Denia donde teníamos previsto tomar el Ferry hasta Ibiza y desde allí hasta nuestro destino final, Formentera.
El viaje en coche fue relajado. El día era soleado y el campo se abría a la incipiente primavera derramando todos los tonos de verde. En la radio del coche nos acompañaba una música infantil a solicitud de la pequeña Beatriz. El viaje fue alegre: el sol, la luz, canciones a coro, una paradita para almorzar, otra para estirar las piernas... Los 460 km. de distancia entre Granada y Denia en lugar de las 5 horas calculadas como media, los hicimos en más de 7 horas. No había prisa. Nuestro ferry no saldría del puerto de Denia hasta las 8 de la tarde y, en cualquier caso, en el camino también estaba el goce del viaje.
El itinerario nos hacía adentrarnos en la provincia de Almería, Murcia y por fin Alicante. Circulando paralelos a la Costa del Azahar, tomamos la autopista de peaje en San Juan. Poco después del peaje divisamos desde la autopista la insólita imagen de la ciudad de
Benidorm. Nos quedamos atónitos ante la panorámica tan chocante que ofrecía esta ciudad. La impresión fue la de toparse con una ciudad que un mago travieso o una fuerza extraterrestre había situado en aquel magnífico rincón del Mediterráneo, tan ajenas nos parecían aquellas vistas a todo el entorno y a sus encantadores poblaciones vecinas. Era Manhattan colocado en medio de un portal de Belén.

Poco después llegábamos a Denia. Ciudad blanca que se derrama en torno a su altivo Alcázar.
Allí teníamos previsto embarcar a las 20'30 en el Ferry Manuel Azaña. Esperando su partida paseamos por algunas callejuelas próximas al puerto, tomamos un helado y descansamos un rato en un parque infantil donde Beatriz disfrutó columpiándose. Después aprovechamos para sentarnos a orilla del mar, perdiendo nuestra mirada en un horizonte tras el cual se hallaban las islas que nos acogerían poco tiempo después.

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